Sentada en un muro dentro de la Iglesia Cristiana donde se refugió con sus padres, estaba la nena observando hacia la nada, con la mirada perdida. Tenía en su regazo a una pequeña de aproximadamente cuatro años de edad, con la cual parecía querer desaparecer la enorme panza que guarda a una criatura de siete meses de gestación. Dentro del refugio estaba despeinada, descalza, con un vestido de flores y con una expresión de tristeza en su rostro, a la espera de que llegara algo para comer. Allí se le vio compartir con los niños de su edad, pero mientras el resto reía, saltaba y jugaba, ella se quedó sentada con sus manos puestas en el mentón moviendo sus pies. Esa nena tiene once años de edad y contó que el padre de la criatura es un adolescente de 17 que vive en su comunidad. “Yo soy la única hija de mis padres. No tengo más hermanos. Vivo aquí, porque nuestra casa se puso media de agua con las lluvias y hasta que no bajen las inun...
Cada quien para donde le corresponde